Cualquiera que comienza su carrera profesional en el sector percibe rápidamente que la heterogeneidad natural de los productos hortofrutícolas es una pista de la enorme incertidumbre y complejidad que habrá de afrontar.
Para los controladores de calidad no hay nada escrito en piedra por mucho que se apilen normas de calidad, requisitos de clientes y manuales de aplicación de tolerancias en defectos.
La defectología es tan opinable como el tiempo. Y la dinámica comercial fluctúa entre «quiero un producto perfecto» y «mándame lo que tengas que no hay por ninguna parte».
¿Cómo podemos navegar esta locura sin perder la cabeza? ¿Cómo asumir que algo negro, es blanco mañana? Que esta coloración intolerable ahora resulta que es aceptable. Que este este defecto secundario sobre el que recibimos tantas protestas ahora va ser tolerado transitoriamente. Que este nuevo daño superficial de la fruta no sé como valorarlo…
Pues ni una cosa, ni la otra. Hay que saber adaptarse, hay que atender las necesidades comerciales del momento, pero hay que saber salvar el criterio. No hay que dejarse arrastrar por la sinrazón.
Así que aquí os traigo el calibrador definitivo del control de calidad de frutas y hortalizas: El Test del Pariente (podéis leer más sobre este y otros temas en mi libro Freshconomics)

