En las elecciones al parlamento europeo son en las únicas en las que el sector agrario tiene algún tipo de protagonismo. No en vano 1/3 del presupuesto de la Unión Europea está destinado a la PAC (Política Agraria Común).

Siendo la principal partida del presupuesto sería lógico pensar que los partidos políticos que concurren a las elecciones del 9J se habrán preparado bien para afrontar el reto. La realidad empieza a ser bastante decepcionante, pero no siempre fue así.

El tratamiento de los problemas del sector en los programas electorales presentados ha bajado significativamente. No sé si me hago viejo, pero empiezo a sentir nostalgia de los tiempos en los que los intereses del agro estaban bien representados de izquierda a derecha. Y me gustaría pensar que es sólo una evolución del clima político, pero no puedo evitar pensar que las razones son otras.

Me temo que hay una quiebra del contrato social que se estableció entre sociedad y agricultores en el momento fundacional de la Política Agraria Común (PAC) en 1962. Cuando se funda la PAC se hace bajo los objetivos de: alimentos baratos y seguros, preferencia comunitaria y garantía de renta para los agricultores. Ninguno de los objetivos fundacionales parece que vayan a mantenerse en el futuro inmediato.

Aunque el sistema para conseguir estos objetivos ha cambiado y evolucionado enormemente desde 1962, estos objetivos fundacionales seguían inspirando las políticas públicas de la UE hasta no hace mucho. Sin embargo, se perciben unas fuertes tendencias sociales, representadas implícitamente en las opciones mayoritarias que se presentan a las elecciones, que parecen compartir ciertos puntos de vista con respecto a la agricultura: resistencia a acciones proteccionistas frente a importaciones de terceros países, percepción de excesivas subvenciones, falta de sostenibilidad y culpables de contaminación.

Estamos en el punto de ruptura y eso nos lleva a la siguiente pregunta. ¿Cómo será el futuro?

Esta es mi particular predicción:

  • El tsunami normativo va a seguir. Se seguirán acumulando requisitos de cumplimiento obligado en los próximos años.
  • Fruto de la elevación de requisitos bajará el número de agricultores y las explotaciones serán de mayor tamaño. Las explotaciones de gran tamaño perderán paulatinamente el acceso y protección de los fondos públicos. Y tras ellas, irán las de tamaño medio.
  • Se perderá capacidad competitiva con respecto a la oferta alimentaria de países terceros que sólo podrá ser compensada con tamaño y tecnología (incluyendo a biotecnología).
  • El presupuesto de la UE dedicado a las Políticas Agrarias se sustituirá por Políticas Medioambientales. O mejor dicho, todas las subvenciones estarán condicionadas o tendrán como objetivo cumplir con estándares medioambientales (en la actualidad la previsión de los próximos años es ya del 40% del total).
  • El presupuesto dedicado al mundo Agrario bajará apreciablemente cada año.
  • La parte del presupuesto dedicada al Desarrollo Rural será ejecutada con una visión urbanita de compensación para proveer infraestructura y servicios no prestados en el mundo rural, mientras que las zonas rurales se seguirán vaciando. Lo cual, hará altamente ineficientes las inversiones.

Pero David, ¿no decías que eres optimista? – Me preguntaréis.

Soy patológicamente optimista, pero este sector me ha enseñado a mirar con crudeza la realidad. Y aunque los puntos anteriores parecen describir una debacle del modelo actual, creo sinceramente que también se abren grandes oportunidades. Pero que no os engañen con cantos de sirena electorales. De Europa no podemos esperar soluciones a nuestros problemas. Ese es un ámbito normativo y es desde dónde se nos marcan las reglas de juego (algunas lógicas y otras no tanto).

En el día después de las elecciones toca asumir que el futuro del sector está en nuestras manos y no podemos esperar ninguna ayuda externa.

Algunos enlaces que pueden ser de interés: